Marcos 7:5
5 Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas?
6 Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí.
7 Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
8 Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.
9 Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.
Unos de los mayores obstáculos para recibir la sanidad vienen de las tradiciones de los hombres.
Estos obstáculos no solo vienen de la tradición, sino también de las supersticiones, y de la mala interpretación de las Escrituras.
Para poder quitar estos obstáculos que nos impiden recibir sanidad, veamos algunos de las más conocidas.
Algunas personas dicen que el Antiguo Testamento declara que Dios envía enfermedades sobre la gente.
Los que dicen esto citan Éxodo 15:26 donde dice: “Y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador.”
Otros versos similares son Isaías 45:7 que dice: “Que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad (otras versiones dicen “creo el mal” y otras “creo la desgracia”). Yo Jehová soy el que hago todo esto.” Y en Miqueas 1:12 dice: “Porque los moradores de Marot anhelaron ansiosamente el bien; pues de parte de Jehová el mal había descendido hasta la puerta de Jerusalén.”
Es obvio que estos pasajes de la Versión Reina Valera no nos dan el verdadero significado del manuscrito original en idioma hebreo. Sabemos que Dios no crea las tinieblas; y que el mal no viene del cielo. Dios solo permite el mal, no lo crea.
El mal no puede venir del cielo, porque ahí no hay mal. Dios permitió que venga, pero no lo creó. Tampoco creó la enfermedad. Solo permite que venga como resultado de la desobediencia del hombre.
Como decía John Alexander Dowie: "La enfermedad es el asqueroso engendro de su padre el diablo y su madre el pecado."
La clave para estas dificultades en el idioma consiste en el hecho de que el verbo activo en hebreo ha sido traducido en el sentido causativo cuando debería haber sido traducido en el sentido permisivo.
El Dr. Robert Young, en su Concordancia Analítica de la Biblia, quien fue un eminente erudito del idioma hebreo, señala este error en su libro Sugerencias y Ayudas para la Interpretación Bíblica. Dice que Éxodo 15:26 se traduce literalmente: “Ninguna enfermedad, que yo permití que sean traídas sobre los egipcios, permitiré que sean enviadas sobre ti, porque yo soy el Señor que te sana.”
Otros piensan que Dios enfermó a Job; deberían leer un poco su Biblia y darse cuenta que no fue así, Dios no lo hizo, solo lo permitió, el diablo fue quien lo hizo.
Debemos tener en cuenta lo que dice en Hechos 10:38: “Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.” Este importante verso demuestra que Jesús es el sanador, y Satanás el opresor.
No existe ningún caso en la Biblia en que Dios ó Jesús hayan puesto enfermedad sobre alguien
Cuando Dios le mandó a Moisés que vaya a Egipto para sacar al pueblo de Israel de la esclavitud, le dijo que le pida al faraón que libere a Su pueblo. Dios no quería enviar plagas sobre el pueblo egipcio.
Pero cuando faraón endureció su corazón, Dios retiró su mano protectora y permitió que las plagas arrasaran la tierra de Egipto. Cuando fue permitida la plaga final, que era la muerte, el mensajero del infierno. La muerte salió y destruyó al primogénito de cada familia egipcia. Solo entonces el faraón se sintió obligado a ceder y dejar que se fueran los hijos de Israel.
¿De dónde vino la muerte? ¿Del cielo? ¿Hay muerte en el cielo? Por supuesto que la respuesta es no. La muerte nunca ha entrado ni entrará ahí. Jamás habrá muerte en el cielo.
¿Habrá venido la muerte de Dios? No, el no es el autor de la muerte, sino de la vida. Dios odia la muerte.
¿De donde viene, entonces, la muerte? De Satanás, quien tiene el imperio de la muerte. “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al Diablo” (Hebreos 2:14).
La ley del pecado y de la muerte es la ley del diablo. La ley de Dios es la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús. En Romanos 8:2 dice: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.”
Tenemos la promesa que cuando Jesús regrese este último enemigo será puesto bajo sus pies. Cristo vino para destruir “al que tenía el imperio de la muerte.” Satanás aún no está destruido, pero será puesto en el abismo por mil años luego del retorno de Jesús. Luego, en el fin de todas las cosas, será puesto en el lago de fuego y azufre (Apocalipsis 20:10).
La plaga de la muerte recién vino sobre Egipto cuando Dios retiró su mano protectora y la permitió. Sin embargo, su permiso no debe ser confundido con mandato. Dios les permite a las personas abrir cantinas y discotecas, pero no les manda que lo hagan. Permite que la gente mate y robe pero no les manda hacerlo. Hay una gran diferencia entre permiso y mandato.
Pedro declaró en Pentecostés que Cristo fue crucificado por hombres malvados: “A este. . . prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hechos 2:23). Esto fue la obra de Satanás por medio de sus hijos.
En Juan 8:44 Jesús dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer.” Los fariseos fueron quienes enardecieron al sumo sacerdote y al concilio. Eran el diablo y sus hijos. Dios lo permitió, pero no fue su obra.
El hecho de que Dios permita la iniquidad no significa que la gente tenga que pecar, como tampoco que la gente se ponga en contra de Cristo. Muchos lo están crucificando nuevamente al rechazarlo. Sin embargo, Dios no les mandó que lo rechacen; solo les permite hacer su propia elección, porque el hombre tiene libre albedrío para aceptarle o rechazarle.
5 Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas?
6 Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí.
7 Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
8 Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.
9 Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.
Unos de los mayores obstáculos para recibir la sanidad vienen de las tradiciones de los hombres.
Estos obstáculos no solo vienen de la tradición, sino también de las supersticiones, y de la mala interpretación de las Escrituras.
Para poder quitar estos obstáculos que nos impiden recibir sanidad, veamos algunos de las más conocidas.
Primera Tradición
Dios Enferma a las Personas
Dios Enferma a las Personas
Algunas personas dicen que el Antiguo Testamento declara que Dios envía enfermedades sobre la gente.
Los que dicen esto citan Éxodo 15:26 donde dice: “Y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador.”
Otros versos similares son Isaías 45:7 que dice: “Que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad (otras versiones dicen “creo el mal” y otras “creo la desgracia”). Yo Jehová soy el que hago todo esto.” Y en Miqueas 1:12 dice: “Porque los moradores de Marot anhelaron ansiosamente el bien; pues de parte de Jehová el mal había descendido hasta la puerta de Jerusalén.”
Es obvio que estos pasajes de la Versión Reina Valera no nos dan el verdadero significado del manuscrito original en idioma hebreo. Sabemos que Dios no crea las tinieblas; y que el mal no viene del cielo. Dios solo permite el mal, no lo crea.
El mal no puede venir del cielo, porque ahí no hay mal. Dios permitió que venga, pero no lo creó. Tampoco creó la enfermedad. Solo permite que venga como resultado de la desobediencia del hombre.
Como decía John Alexander Dowie: "La enfermedad es el asqueroso engendro de su padre el diablo y su madre el pecado."
La clave para estas dificultades en el idioma consiste en el hecho de que el verbo activo en hebreo ha sido traducido en el sentido causativo cuando debería haber sido traducido en el sentido permisivo.
El Dr. Robert Young, en su Concordancia Analítica de la Biblia, quien fue un eminente erudito del idioma hebreo, señala este error en su libro Sugerencias y Ayudas para la Interpretación Bíblica. Dice que Éxodo 15:26 se traduce literalmente: “Ninguna enfermedad, que yo permití que sean traídas sobre los egipcios, permitiré que sean enviadas sobre ti, porque yo soy el Señor que te sana.”
Otros piensan que Dios enfermó a Job; deberían leer un poco su Biblia y darse cuenta que no fue así, Dios no lo hizo, solo lo permitió, el diablo fue quien lo hizo.
Debemos tener en cuenta lo que dice en Hechos 10:38: “Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.” Este importante verso demuestra que Jesús es el sanador, y Satanás el opresor.
No existe ningún caso en la Biblia en que Dios ó Jesús hayan puesto enfermedad sobre alguien
Cuando Dios le mandó a Moisés que vaya a Egipto para sacar al pueblo de Israel de la esclavitud, le dijo que le pida al faraón que libere a Su pueblo. Dios no quería enviar plagas sobre el pueblo egipcio.
Pero cuando faraón endureció su corazón, Dios retiró su mano protectora y permitió que las plagas arrasaran la tierra de Egipto. Cuando fue permitida la plaga final, que era la muerte, el mensajero del infierno. La muerte salió y destruyó al primogénito de cada familia egipcia. Solo entonces el faraón se sintió obligado a ceder y dejar que se fueran los hijos de Israel.
¿De dónde vino la muerte? ¿Del cielo? ¿Hay muerte en el cielo? Por supuesto que la respuesta es no. La muerte nunca ha entrado ni entrará ahí. Jamás habrá muerte en el cielo.
¿Habrá venido la muerte de Dios? No, el no es el autor de la muerte, sino de la vida. Dios odia la muerte.
¿De donde viene, entonces, la muerte? De Satanás, quien tiene el imperio de la muerte. “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al Diablo” (Hebreos 2:14).
La ley del pecado y de la muerte es la ley del diablo. La ley de Dios es la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús. En Romanos 8:2 dice: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.”
Tenemos la promesa que cuando Jesús regrese este último enemigo será puesto bajo sus pies. Cristo vino para destruir “al que tenía el imperio de la muerte.” Satanás aún no está destruido, pero será puesto en el abismo por mil años luego del retorno de Jesús. Luego, en el fin de todas las cosas, será puesto en el lago de fuego y azufre (Apocalipsis 20:10).
La plaga de la muerte recién vino sobre Egipto cuando Dios retiró su mano protectora y la permitió. Sin embargo, su permiso no debe ser confundido con mandato. Dios les permite a las personas abrir cantinas y discotecas, pero no les manda que lo hagan. Permite que la gente mate y robe pero no les manda hacerlo. Hay una gran diferencia entre permiso y mandato.
Pedro declaró en Pentecostés que Cristo fue crucificado por hombres malvados: “A este. . . prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hechos 2:23). Esto fue la obra de Satanás por medio de sus hijos.
En Juan 8:44 Jesús dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer.” Los fariseos fueron quienes enardecieron al sumo sacerdote y al concilio. Eran el diablo y sus hijos. Dios lo permitió, pero no fue su obra.
El hecho de que Dios permita la iniquidad no significa que la gente tenga que pecar, como tampoco que la gente se ponga en contra de Cristo. Muchos lo están crucificando nuevamente al rechazarlo. Sin embargo, Dios no les mandó que lo rechacen; solo les permite hacer su propia elección, porque el hombre tiene libre albedrío para aceptarle o rechazarle.
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